El día en que morí, y viví para contarlo


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Buenas Nuevas de Jesús, con amor
Guía de estudio nº 18

El día en que morí, y viví para contarlo

Ocasionalmente oímos de personas que han estado al borde de la muerte, y que mediante técnicas de reanimación pudieron “volver” a la vida. El saber sobre casos como esos suele llamar nuestra atención hacia las verdaderas prioridades de la vida.

Yo soy uno de esos que estuvo muerto, y sin embargo vivo. Y la forma en la que hoy vivo tras esa experiencia, es totalmente diferente a la precedente. Al enfrentarme a la muerte, tuve que hacer frente a mi propio momento de verdad. Se pusieron en la máxima tensión mis decisiones sobre las prioridades. De hecho, no sería veraz si dijera que había estado vivo en cualquier momento anterior a esa experiencia de mi muerte. No fue hasta enfrentarme a la muerte, cuando supe realmente lo que es la vida.

Después de lo que me sucedió comencé a comprender algo que nunca antes había imaginado: que el mundo natural enseña esa misma gran verdad. La verdad de que no hay vida posible, sin que muramos antes. Considera, por ejemplo, un inmenso y majestuoso bosque. ¿Cómo llegó a establecerse el primer árbol? Una semilla insignificante en tamaño, cayó a tierra y murió. Cada brizna de hierba nos enseña la misma lección. “De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24).
Ningún ser humano, antes de Jesús, había reconocido esa verdad en su plenitud.

¿Estás realmente vivo? ¿Disfrutas de la vida plena? ¿Eres feliz? ¡Imposible, a menos que hayas muerto previamente!

Pero ¿cómo llegar a esa experiencia? Importante pregunta. De hecho, la más importante de cuantas puede hacerse el ser humano. Jesús dijo: “el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). La Biblia es el único libro que nos da una guía paso a paso, un plan para obtener la vida, a partir de la muerte. La naturaleza nos da esa lección, y concuerda con la enseñanza de la Biblia. ¡Ambos provienen del mismo Autor! Descubramos ese secreto de la vida.

Vida auténtica, en el sitio menos pensado

1. ¿Puedes estar seguro de que la vida llamó a tu puerta? Juan 1:1, 4, 9 (también 14:6)

RESPUESTA: Cristo es la Luz verdadera, “que alumbra a _____ ______ que viene a este mundo.”

2. Contrariamente a lo que la mayoría cree, ¿qué tipo de vida es la que trae Cristo? Juan 10:10
RESPUESTA:
“...he venido para que tengan _____, y para que la tengan ___ ____________.”

3. Lee la experiencia de uno que murió y volvió a vivir. ¿Qué alegría desbordante tuvo? Salmo 16:10 y 11
RESPUESTA: “...no dejarás mi alma en el seol... me mostrarás la senda de ___ ______; en tu presencia hay __________ ___ _____.”

Nota: Puedes fácilmente comprobar que el salmista está hablando del propio Cristo. Lee la referencia que hizo el apóstol Pedro a ese texto, en Hechos 2:27, y observa cómo lo aplica a Cristo, en los versículos 27 al 32. Jesús es “el primogénito de los muertos” (Apocalipsis 1:5). Dijo al apóstol Juan: “Yo soy el primero y el último: el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:17 y 18). En Juan 12:24, cuando habló del grano de trigo que cae a tierra y muere, estaba refiriéndose a sí mismo. Amigos suyos le empujaban a que se salvara a sí mismo de sus implacables enemigos en Palestina, pero él intentaba explicarles que el verdadero camino a la vida no puede evadir la realidad de la cruz.

4. ¿Cuál es la única forma en la que podrás verdaderamente vivir, ahora y siempre? Gál. 2:19 y 20
RESPUESTA: “Yo por la ley _____ ___ la ley, a fin de ______ para Dios. Con Cristo estoy juntamente _____________, y ya no vivo yo, mas _____ ________ en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la ___ ____ _____ ___ _____, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Nota: Algunos deducen que ‘morir a la ley’ consiste en hacer “oídos sordos” a la ley. No: Uno que está muerto a la ley es alguien que oye lo que la ley dice, y sabiendo que la ley le ordena hacer aquello que su “yo” rehúsa efectuar, hace morir su “yo”, lo somete a Cristo. Su ego es lo que queda crucificado juntamente con Cristo. ¿En qué consiste ese “yo”? Es nuestra voluntad egocéntrica que por naturaleza se opone a los propósitos de Dios. Es un conflicto constante que asienta en el corazón de todo ser humano, y no hay posible compromiso: O bien es crucificado el “yo”, o bien lo es Cristo.

El Señor mismo hubo de librar ese conflicto en su propia alma. No es solamente que murió un cierto día en la cruz, sino en cada momento de su vida. En su alma, lo mismo que en la nuestra, el “yo”luchaba por la supremacía. Él dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo... no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió” (Juan 5:30). ¡Así es como él murió cada día!

“La vida del apóstol Pablo fue un constante conflicto consigo mismo. Dijo: Cada día muero” (1 Cor. 15:31). Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios. En vez de seguir su inclinación, hizo la voluntad de Dios, por mucho que tuviera que crucificar su naturaleza.” (El Ministerio de Curación, p. 358)

Cuando Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, significaba que estaba siguiendo el ejemplo de Cristo. “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 16:39) vino a convertirse en la constante oración de Pablo.

O bien somos genuinos cristianos, crucificados juntamente con Cristo, o bien somos paganos, crucificando a Cristo. ¿Cuál es tu elección?

5. Pablo desafió a los cristianos de sus días con un sugestivo “¿o no sabéis?” ¿En qué consistió? Romanos 6:3-5 (vale la pena ser prudente en la respuesta, considerando que muy bien se nos puede aplicar a nosotros)
RESPUESTA: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en ___ ________?

6. Observa cuál es ese maravilloso camino a la vida, descrito en Romanos 6:6 y 7
RESPUESTA:
“...nuestro ______ ________ fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo ____ ________ sea destruido con él, a fin de que no sirvamos más al pecado, porque el que ___ _______ ha sido justificado del pecado”

Nota: En álgebra, al establecer que “x + 2 = 4”, sabemos de forma inmediata que “x = 2”. ¿Quién es aquí el “viejo hombre”? Gálatas 2:20 no ha dicho ya quién es ese famoso “Sr. X”: es el yo. Cuando el yo muere, el “cuerpo del pecado”, que es su misma sustancia, resulta destruido. Y esa raíz de pecado no queda erradicada hasta tanto no ha muerto el yo. No se trata de un hecho puntual en el tiempo que, una vez ha tenido lugar, permanece automáticamente para siempre. Pablo empleó una forma verbal que expresa la idea de un presente que se perpetúa en el tiempo. Esa sumisión constante de la voluntad egoísta es una acción ininterrumpida siempre presente. El “viejo hombre” está presto a resucitar a cada instante, y a cada instante necesitamos arrodillarnos y morir con Cristo (lee Lucas 9:23 y 24).

7. Examina una vez más el “cómo” de este texto, haciéndote la pregunta: ¿Puede alguien crucificarse a sí mismo? Gálatas 2:20
RESPUESTA: Nuestro viejo hombre es crucificado “____ Cristo.”

Nota: De acuerdo con el lenguaje original, Pablo afirmó que su ego es crucificado con Cristo. Es decir, su orgullo y voluntad egoístas que son contrarios a la verdad de Dios, su ambición egoísta, el sentirse satisfecho con sus logros o habilidades, eso es el ego. Para cualquier corazón sincero es completamente imposible el contemplar la cruz de Cristo y continuar viviendo egoístamente. Todo el que vive egoístamente, o bien está cometiendo el pecado imperdonable de crucificar de nuevo a Cristo de forma voluntaria, o bien no ha visto realmente aún la cruz. “El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14 y 15).

“Muchos dicen: ‘¿Cómo me entregaré a Dios?’ Deseáis hacer su voluntad, pero sois moralmente débiles, esclavos de la duda y dominados por los hábitos de vuestra vida de pecado. Vuestras promesas y resoluciones son tan frágiles como castillos de arena. No podéis gobernar vuestros pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos quebrantados debilita la confianza en vuestra propia sinceridad, y os induce a sentir que Dios no puede aceptaros; pero no tenéis por qué desesperar. Lo que debéis entender es la verdadera fuerza de la decisión. Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger.

Todo depende del correcto ejercicio de la elección. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos los afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con él.

Desear ser bondadosos y santos es muy correcto; pero si no pasáis de esto, de nada servirá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora. Mediante el correcto ejercicio de la elección, puede obrarse un cambio completo en vuestra vida. Al dar vuestra voluntad a Cristo, os unís con el poder que está sobre todo principado y potestad. Tendréis fuerza de lo alto para sosteneros firmes, y rindiéndoos así constantemente a Dios seréis fortalecidos para vivir una vida nueva, es decir, la vida de la fe” (Happiness Digest, p. 21)

8. Cuando mueres al yo, ¿qué sucede con tus viejos temores? Salmo 27:1-3
TU RESPUESTA:
____________________________.

9. ¿Cómo puedes describir tu nueva vida aquí y ahora, tras haber “muerto” con Cristo? Romanos 8:13-21
TU RESPUESTA: ____________________________.

Nota: No debemos olvidar que hay verdaderas luchas, severas batallas contra el yo, y conflictos sin fin. Pero nuestro esfuerzo individual es inútil, sin los méritos y gracia de Cristo. ¡Nunca hemos de perder de vista su cruz!, pues convierte en fácil nuestra parte.

¿Fue “ligera su carga” en el Getsemaní o en la cruz? No. Su propia dura batalla contra el yo, en el Getsemaní y en la cruz, le hizo transpirar gotas de sangre. Sí, hasta su propio corazón se quebrantó en la agonía final. ¿Por qué nos dijo que su carga era ligera?

Sufrió toda esa terrible agonía para salvarnos. La carga de la que habla en Mateo 11:30 es la suya, cuando somos nosotros quienes la llevamos. La pesadez de su carga al llevarla él, la hizo ligera para nosotros. La fe que obra por el amor la convierte en ligera, cuando apreciamos lo pesada que resultó para él.

El único paso difícil en la carrera del cristiano es la decisión de someter el yo para que sea crucificado con Cristo. Jamás se le pide al cristiano que sea crucificado solo. Siempre es “con Cristo”.

Contempla al Cordero de Dios, pisando solo el lagar, para que tú no estés jamás solo, para poder estar contigo cada día hasta el fin del mundo y por la eternidad.

Si aún lo anterior te pareciese difícil, considera que resulta mucho más difícil continuar luchando contra un amor como el suyo, combatir contra el Espíritu Santo en su continuo ministerio de salvación, a fin de evitar que te pierdas.

El así llamado “camino estrecho” no es necesariamente difícil: es estrecho, lo que significa que no podemos pasar con el equipaje mundano del egoísmo. En verdad hemos de pelear “la buena batalla de la fe”, pero se trata precisamente de eso: de la batalla de la fe. Es cierto que hemos de esforzarnos y que hemos de orar sin cesar. Ahora bien, también hemos de respirar continuamente a fin de permanecer en vida, ¿es eso difícil? También debemos comer. Varias veces al día... ¿Difícil? La persona sana respira, ejercita sus músculos, encuentra placer en la actividad, más bien que en la inactividad y la indolencia. Y eso no es solo así en el ámbito físico, sino también en el espiritual.

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Si tiene alguna consulta, contacte a Pr. Pedro Torres.
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