¿Ha terminado Dios la creación? (La creación 5 de 5)

shoreIntroducción

Hoy vamos a ver las implicaciones de la Creación. Una vez oí a un humorista decir que Dios creó en seis días el mundo, y que el séptimo día, descansó... hasta hoy. Su chiste es prácticamente un insulto a Dios, pero refleja lo que muchos creen, que Dios dejó a este mundo a su suerte. ¿Realmente terminó Dios la creación en aquella ocasión? Hoy contestaremos a esa pregunta.

El remedio para el pesimismo, la soledad y la falta de significado.

El relato de la creación revela que, en vez de llegar a la existencia por evolución ciega o casual, nos indica que todo fue creado con un propósito, con una finalidad. La raza humana, como vimos, fue creada para tener una relación eterna con el Creador. Si entendemos que al ser creados, tenemos una finalidad, con una razón de ser específica, la vida se convierte en algo lleno de riqueza y significado, y se desvanece el doloroso vacío y descontento que tantos sufren y expresan a los demás. Ese vacío es rellenado por el amor de Dios, la vida cambia completamente.

La santidad de la ley de Dios.

La ley de Dios existía antes de la caída de Adán y Eva. En su estado de perfección original, los seres humanos estaban sujetos a ella, la guardaban por naturaleza, formaba parte de sí mismos. Dios les puso límites, “del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás, porque el día que comieres, ciertamente morirás”. Esos límites son necesarios para salvaguardar la libertad del ser humano. Todos tenemos libertad plena y absoluta de hacer lo que bien nos venga en gana, pero mi libertad acaba donde comienza la del prójimo. Y esto es más complejo de lo que parece. Alguien puede decir, es mi responsabilidad si me emborracho, es mi cuerpo. Pero no piensa en la libertad de la familia que sufre la presencia de un alcohólico en su seno. Tampoco se piensa en lo que puede hacer estando embriagado, como decidir conducir, y a consecuencia, tener un accidente y matar a un niño que pasea por la acera. Luego Dios nos hizo libres, y nos indicó los límites de la libertad para preservar la felicidad y la paz. Cuando Adán y Eva pecaron, su pecado no fue una simple desobediencia a una orden caprichosa de Dios. Satanás les dijo en Génesis 3:5 “Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios”. El pecado fue mucho más grave de lo que pensamos, era usurpar el lugar del Creador. La desobediencia implica independencia del Creador, y por supuesto, nuestra desconexión o separación de la única Fuente de Vida.

El carácter sagrado de la vida.

Hablando de vida. El Creador de la vida continúa tomando parte activa en la formación de la vida humana, haciendo de este modo que la vida sea sagrada. David alaba a Dios por haberse involucrado en su nacimiento. En el Salmo 119:13―16 leemos: “Porque tú formaste mis entrañas; me entretejiste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro estaba escrito todo aquello que a su tiempo fue formado, sin faltar nada de ello”. En otra ocasión fue el propio Dios quien habló acerca de lo mismo respecto Isaías. Lo podemos leer en Isaías 44:24 “Así dice el SEÑOR, tu Redentor, el que te formó desde el seno materno”. De esto deducimos que la vida es un don divino. Es Dios mismo quien nos trae a la vida, esto nos debe hacer pensar que incluso el don de la vida no es nuestro, por lo que debemos cuidarla aún más que si fuese exclusivamente nuestra, con más empeño. Tenemos el deber moral de preservar la vida, tanto la propia como la ajena.

¿Ha terminado Dios su creación?

No podemos negar lo que nos dice el relato bíblico en Génesis 2:1 “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos”. En el Nuevo Testamento encontramos una afirmación interesante, la podemos leer en la última parte de Hebreos 4:3 “Aunque sus obras (de Dios) quedaron terminadas desde la fundación del mundo”. ¿Quiere esto decir que Cristo, el Dios creador, ya no está activo?
De ningún modo. La Palabra creadora de Dios aún sigue actuando y trabajando de muchas maneras. ¿Cuáles?

1. Cristo y su Palabra creadora.

Unos cuatro mil años después de la creación, según la Biblia, un centurión romano rogó a Jesús: “Solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8:8). Al igual que sucedió en la semana de la creación, Jesús habló, y fue hecho el milagro. Esta vez, el criado fue sanado. A lo largo del ministerio terrenal de Cristo, su poder creador se vio en uso para restaurar todo lo que se había estropeado. Dios tuvo y tiene que recrear, es decir, crear de nuevo, lo que el pecado destruyó. El mismo poder necesario para dar vida al cuerpo de Adán, era necesario para levantar a Lázaro de su tumba. Ese mismo poder dio energías a los afligidos y enfermos que pedían ayuda a Cristo.

2. La Palabra creadora en la actualidad.

Ni este mundo ni el universo cooperan gracias a ningún poder propio, inherente. El mismo Dios que los creó es quien los preserva y los sostiene. Se habla de diseño inteligente, no es momento ahora de entrar en este campo, pero hay que decir que sin un diseñador que crea una maquinaria tan perfecta, no hay mecánico que la revise ni la repare. Dios creó, sostiene y repara lo dañado por el pecado. Dice el Salmo 147:8―9 “Él es quien cubre de nubes los cielos, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. Da al ganado su alimento; y a las crías de los cuervos, cuando gritan.” Me gusta el texto de Job 26:7―14 y merece la pena leerlo: “Él despliega el norte sobre el vacío y suspende la tierra sobre la nada. Él encierra las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen a causa de ellas. Él encubre la faz de su trono y sobre él extiende su nube. Él trazó el horizonte sobre la faz de las aguas, hasta el límite de la luz con las tinieblas. Las columnas de los cielos se estremecen y están atónitas ante su reprensión. Él agita el mar con su poder y con su entendimiento lo hiere en su arrogancia. Su espíritu adorna los cielos; su mano traspasó a la serpiente tortuosa. ¡Y estas cosas no son más que los bordes del camino, apenas el leve susurro que oímos de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién podrá comprenderlo?”
Dependemos de Dios para la función de cada célula de nuestros cuerpos. Cada respiración, cada latido de nuestro corazón, cada parpadeo habla del cuidado amante del Creador. Como dijo Pablo en Atenas: “Porque en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28).
Ese mismo poder creador de Dios está involucrado no solamente en la creación, también es necesario para la redención y la restauración de las cosas. Dios tiene que crear nuevos corazones en nosotros, como dice Salmo 51:10 “¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!” Dios es quien tiene que crear ese corazón. Pablo nos dice en 2 Corintios 5:17 “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”. Ese mismo poder que puso en movimiento las galaxias del universo, está deseando cambiar nuestro corazón, para hacerlo bueno.
Por otro lado, el mismo poder que cambia vidas, es el mismo que creó los cielos y la tierra. Pero después del juicio final, renovará este mundo creando un nuevo cielo y una tierra nueva. Así lo leemos en Isaías 65:17―19 “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Yo me alegraré con Jerusalén y me gozaré con mi pueblo, y nunca más se oirán en ella voz de lloro ni voz de clamor”. Repasemos los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis.

La creación y la Salvación.

En la creación, Cristo ordenó e inmediatamente las cosas vinieron a la existencia. ¿Acaso no pudo Dios crear todo en un solo día? Probablemente tardó esos seis días para deleitarse en lo que hacía, y muy probablemente, con la intención de establecer la semana desde el mismo principio. Por otro lado, me gusta pensar que el Verbo que dio las órdenes creadoras en la semana de la creación, como dice el apóstol Juan, “se hizo carne y habitó entre nosotros”. El Creador pasó a formar parte de la creación. Esto es un gesto que nunca llegaremos a comprender en toda su profundidad. Es cierto que nadie fue testigo de la creación del mundo, pero sí que hubo testigos de aquellos milagros que sanaron enfermos y resucitaron muertos. Cristo vino como el segundo Adán, el nuevo comienzo parra la raza humana, así lo vimos hace varios temas que podremos repasar en casa en Romanos 5. Dios le dio al hombre el árbol de la vida, y los hombres le colgaron de otro árbol en forma de cruz. Dios nos hizo a su imagen en el Edén. El hombre hizo a Dios a imagen de un criminal en la cruz. En un viernes Cristo como Dios terminó la obra creadora, y en un viernes Cristo como hombre terminó la obra redentora. Fueron las manos de Cristo las que dieron vida al primer hombre. Las mismas manos heridas en la cruz daban vida eterna a los hombres. La raza humana fue creada, y tiene que ser de nuevo creada, recreada tras el pecado. Ambas cosas son creación de Cristo. Por haber sido creados a imagen de Dios, hemos sido llamados a darle gloria. Como el acto culminante de su creación, Dios invita a cada uno de nosotros a entrar en comunión con él, buscando cada día el poder regenerador de Cristo de modo que, para gloria de Dios, podamos reflejar más perfectamente su imagen.

Resumen.

Con esto terminamos la sexta creencia bíblica básica o fundamental, en concreto sobre la creación. Hemos estudiado tanto la literalidad bíblica del relato de la creación, así como sus múltiples implicaciones. En concreto hoy hemos visto que el aceptar a Dios como nuestro Creador, nos dignifica, nos eleva la autoestima y nos revela que realmente somos amados por Alguien importante. Esto también nos dice que no estamos solos. Dios también nos puso como límite de nuestra libertad, la libertad de los demás, esto nos ayuda a vivir más felices. Por supuesto si Dios nos da la vida, somos responsables de preservarla. Acabando hemos visto que la obra Creadora de Dios no ha terminado mientras siga existiendo el problema del pecado en este mundo, tiene mucho que ir arreglando todavía. Finalmente, el mismo poder creador es necesario para restaurar las cosas y las personas al estado original y perdido.
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