Las Diez Promesas VI–VII: Sexta y Séptima Promesa: Dios promete cuidar de ti y de tu familia. (Sexto y séptimo mandamiento).

INTRODUCCIÓN:

Estamos analizando la declaración de amor de Dios expresada en 10 votos matrimoniales o promesas que se encuentran en Éxodo 20. Ese texto, comúnmente conocido como “Los Diez Mandamientos” es en realidad un certificado matrimonial, donde se registran los votos que Dios pronunció al comprometerse públicamente, ante el universo entero, cuando tomó a Israel, a sus hijos, como esposa.
La primera promesa de Dios es serte fiel siempre, estar contigo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.
Su segunda promesa es estar constantemente a tu lado, hacerte compañía en todo momento, no necesitarás ninguna foto suya porque tienes al Original a tu lado. También promete cuidar de ti y de tu familia, como el médico visita a los enfermos para sanarlos.
Dios ha prometido escucharte con toda su atención cada vez que le llames en oración. No importa los errores que hayas cometido hasta ahora, siempre está dispuesto a escuchar y a ayudar dando una nueva oportunidad.
Dios ha prometido también apartar un tiempo cada semana para estar en familia. Un día especial cada sábado, para gozar juntos de todo lo que ha creado, con toda la familia, incluso con las visitas que tengas en casa. Dios quiere tener una fiesta cada semana. Sólo te pide que recuerdes esa cita semanal.
Otra promesa, que introduce las de hoy, es el compromiso de Dios en ayudarte a ser un buen joven, un/a buen/a hijo/a. Y como garantía de que cumple su promesa, te dice que Él es el primer interesado en ayudarte a ser un/a buen/a hijo/a porque así todo el universo puede ver su amor y dedicación por ti.
Vamos hoy con la sexta promesa.

Sexta promesa: El “Padrino”

A partir de ahora, tenemos que ver las promesas (mandamientos) restantes bajo el prisma de la primera parte de la Ley. Os recuerdo el contexto de Éxodo 19:4-6, que vimos el primer día: Se presenta como un Dios Omnipotente, que se preocupa en extremo por nosotros y provee todo lo necesario. Un Dios que nos tomó en “alas de águila”, somos su “especial tesoro”, y nos recuerda que “toda la tierra” es suya.
También debemos tener presente que a partir de ahora nos va a mostrar cómo honrarle. Pero no dando órdenes, sino prometiéndote que te va a ayudar a lograr los objetivos.
Éxodo 20:13 es una promesa muy sencilla y corto: “No matarás”. No dice “no mates”. Es un imperativo de futuro, no lo olvides. Lo que Dios te está diciendo con estas dos sencillas palabras es que a partir de ahora no tendrás que matar, no tendrás la “necesidad” de atentar contra la vida de nada ni de nadie, ni para defenderte ni para conquistar.
Recuerda que Dios está a tu lado constantemente, cada día, en todo momento. Si realmente fuésemos conscientes de la presencia real de Dios (que nos ha prometido), nos daríamos cuenta de que tenemos a nuestro lado a un Ser grande, fuerte, celoso. Esta parte no la traté en cuando hablamos de la segunda promesa, pero ahora es necesario hablar de ello. Dios dice que es “fuerte” y “celoso”. ¿Qué significa realmente esto?
Las muchachas jóvenes, si van a pasear por un lugar oscuro, o se les hace tarde, si se cruzan con un desconocido sería lógico que tengan miedo, ¿cierto? Pero si las acompaña un guardaespaldas, alguien grande, fuerte, poderoso, capaz de defenderlas, se sentirían más seguras.
Dios es el que promete acompañarte siempre (segunda promesa) por eso no te hace falta llevar encima una foto suya. Y añade que es “fuerte”. Está ahí para defenderte en todo momento. Cuando lo llames (tercera promesa) nunca usarás su nombre en vano, porque acudirá inmediatamente a tu ayuda, al rescate, y puede hacerlo porque es “fuerte”.
Pero además es “celoso”. Con este término ocurre lo mismo que con “visitar”. ¿Qué es ser celoso? Para los seres humanos, ser celoso es no fiarse de alguien, desconfiar, pero Dios no es así. En la Biblia, ser “celoso” es ser devoto de algo, ser “fan” de alguien. Dios no desconfía de ti. En todo caso, su celo por ti, ser celoso por ti (no de ti) le lleva a dar la cara cuando alguien pasa a tu lado y te mira mal, te dice alguna grosería. En ese momento, Dios que te acompaña, sale a tu defensa y se pone en medio, entre el posible agresor y tú. Es un Dios “celoso” en contra de los que te quieren hacer daño, buscando solamente tu salvación y seguridad.
Ahora, en este contexto, Dios te promete que a partir de ahora, si le aceptas como tu Dios, como el “esposo”, ya no tendrás más necesidad de defenderte tú solo, por ti mismo sin medios, agrediendo a otros. Él lo hará por ti.
Alguno me puede decir ahora: “Pero en el Antiguo Testamento se habla de guerras y cosas horribles”. Eso fue algo que Dios no quería. Dios ya había hecho esta promesa “no matarás” antes de esos tristes capítulos de la historia. Dios no quería que su pueblo se tuviese que involucrar personalmente en despejar la tierra de Canaán poco después de la Boda (40 años después). Tristemente así ocurrió y marcó una tendencia para el resto de la historia de Israel como nación.
Recordemos, ¿cómo se libró Israel del ejército de Faraón? ¿Tuvieron que luchar contra ellos? No. Fue Dios quien defendió a Israel sepultando al ejército en el Mar Rojo. Él es el dueño de toda vida, sólo Él puede tomarla de nuevo.
De igual modo, más adelante. ¿Cómo tomaron Jericó? Sin armas, con una procesión alrededor de los muros de la ciudad. Fue Dios quien tomó la ciudad por ellos.
Poco más adelante, poco después de la “boda”, leemos en Éxodo 23:27-28: “Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos. Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti”. En Deuteronomio 7:20 se repite la misma idea: “También enviará Jehová tu Dios avispas sobre ellos, hasta que perezcan los que quedaren y los que se hubieren escondido de delante de ti”.
¿Quién de los presentes tiene carné de conducir? ¿Os sentís cómodos cuando conduce otra persona y estáis sentados en el lugar del copiloto? Especialmente los maridos, ¿no os pasáis el rato diciendo “pon el intermitente”, “cuida por aquí”, “acelera”...? ¿Cuántas veces pisáis el pedal del freno aún sabiendo que no está en vuestro lado? Lo cierto es que no nos gusta dejar el control del vehículo a otro. Desconfiamos de que la otra persona pueda reaccionar a tiempo, o no haga las cosas como a mí me gusta.
Con Dios nos ocurre exactamente igual. Por nuestra incapacidad de creer firmemente en Sus promesas, no somos capaces de disfrutar de ellas. Nos ocurre como a Jonás, sabemos que Dios va a tener más misericordia que yo de mis enemigos, y no nos gusta...
Se nos olvida que somos la Esposa, la “niña de sus ojos”, “su especial tesoro” y que nuestro Esposo no permitirá que tengamos que pelearnos solos para sobrevivir. Es más, Dios quiere que otros se sumen a la boda, añadir más miembros a la familia. Ezequiel 18:32 nos dice: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis”. ¿Quién soy yo para juzgar quién debe morir o no? Dios está diciendo, “déjame a mi esa decisión, ya no tendrás que hacerlo tú”.
Es más, no se trata solo de violencia física. Dios te promete que “no matarás” en todos los aspectos. Jesús tuvo que volver a explicar esta misma promesa de nuevo durante su ministerio:
Mateo 20:21-22 “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”.
El problema más grave no es “matar”, que ya es un problema grave en sí, sino el por qué lo haces. ¿Por qué? No es por la ofensa que te hayan hecho, o el ataque. La verdadera razón es porque no confiamos en la promesa de la protección divina. Es desconfianza o falta de fe. Dios te ha prometido hacerse cargo de todo ello.
Es más, Jesús llevó el entendimiento humano a otro nivel que ya estaba allí desde el principio. Insultar a alguien es el primer paso antes de matarlo físicamente. Es igual, la intención es la misma, estás desconfiando de Dios y te estás defendiendo con una agresión verbal. El problema es el mismo. Pero Dios te dice: “A partir de ahora, no matarás, no será necesario que seas agresivo”.
Dios promete hacernos gente de paz. (11) Juan 14:27 “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Gente de reconciliación: (12) 2 Corintios 5:18 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”.

Séptima promesa

Una vez que Dios nos ha prometido protegernos y proteger lo más fundamental, el derecho a la vida, se ve en la necesidad de organizar la vida en este mundo. La base de la sociedad es la familia. Dios promete ayudarte a proteger tu familia, es la séptima promesa.
Éxodo 20:14 “No cometerás adulterio”. A partir de ahora, no tendrás por qué ser infiel, no solo a mi (primera promesa), sino también a tu esposo/a terrenal. Vas a honrar a toda tu familia, padres, y también esposo/a. Vas a saber cuidar el regalo más íntimo que te puedo hacer. Tu forma de vivir a mi lado va a ser una experiencia tan original, auténtica y emocionante que no te aburrirás, no te va a hacer falta buscar “emociones nuevas” fuera del regalo íntimo que te voy a hacer (o te he hecho ya). Tus emociones serán tan satisfactorias, que no necesitarás ningún “extra”.
Proverbios 5:15-19 “Bebe el agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, Y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, Y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, Y alégrate con la mujer de tu juventud, Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su amor recréate siempre”.
Si eres capaz de ser fiel a tu Esposo celestial, el invisible y del que no te hace falta una “fotografía” (imagen), ¿cómo no vas a ser feliz con el cónyuge al que sí ves? En la familia de Dios se restauran las relaciones disfuncionales. Dios promete restaurar todo “adulterio”, “alteración” de algo que jamás debió ser contaminado, algo tan esencial como la base de la sociedad misma: La familia.
Jóvenes: Si confiáis en Dios, le pedís en oración la pareja ideal, el hombre o la mujer que Él sabe que será la mejor compañía para toda la vida, te garantizo que, si tienes paciencia y confías en Dios, te dará mucho más de lo que puedas soñar. Te dará una persona para compartir toda una vida, y se hará corta, y entonces necesitarás toda una vida eterna para querer disfrutar de ese regalo que Dios te va a dar. A mí me ha pasado con mi esposa Susana.
Lo que importa no es solo el aspecto exterior, sino el contenido. Dios te dará lo mejor.

CONCLUSIÓN

Es curioso el orden de las promesas: Primero el prólogo (quinta doble promesa), a continuación, lo básico, el derecho a la vida, sin la cual el resto no sirve de nada. Luego viene la promesa de restauración y preservación de la base de la sociedad, la familia.
No te olvides nunca que tienes al Ser más poderoso del Universo viviendo constantemente a tu lado, deseando pasar cada minuto contigo, siempre dispuesto a escucharte, siempre dispuesto a cuidar de ti, haciendo planes semanales para hacer una fiesta familiar.
Aún más, quiere ayudarte a ser todo un ejemplo de honra familiar, está dispuesto a defenderte en todo momento, incluso estar vigilando contra aquellos que quieran hacerte daño y ni te des cuenta (celoso). Está siempre de guardia, vigilante para que no tengas ni siquiera que discutir con otros, déjale a Él que lo haga por ti.
Está deseando hacerte un regalo precioso, un compañero o compañera como hizo con Adán y Eva, alguien ideal para ti, y quiere ayudarte a que esa relación sea saludable, sana y duradera. Te lo ha prometido y lo cumplirá.
Pide ahora a Dios en oración que te ayude a confiar y a esperar su protección y ese regalo maravilloso para la eternidad, o a restaurar tu matrimonio.
Ora con la seguridad de que te escucha. Agradécele por querer ayudarte a ser un buen hijo, alguien que de ejemplo. Y no olvides que, aunque no te sientas digno, el primer interesado en ayudarte es Dios mismo. Te invito a orar.
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